Este proyecto comenzó en 2007.
Aquí os presento el tercer ejemplar de la compra maldita a Garden
Center Egea y probablemente la especie que mejor se ha recuperado y
adaptado a mis posibilidades de esa nefasta compra. Se trata de Acer monspessulanum, también
conocido como Arce de Montpellier.
Aparece
en buena parte de las áreas montañosas de la Península, con más
abundancia en la mitad oriental y ampliamente distribuida por toda la región mediterránea.
Tolera un cierto grado de aridez, pero necesita suelos
relativamente
frescos y preferentemente calizos. Soporta bien los fríos invernales y
las altas temperaturas
estivales. Habita igualmente en suelos calizos o silíceos, incluso muy pedregosos. Prefiere los lugares soleados, desde el nivel
del mar hasta los 1600 m., aunque en honor a la verdad y en mi caso,
los mejores crecimientos y colores los he obtenido cuando ha estado
sombreado.
Curiosamente no es muy difundido en
bonsai y es algo incomprensible, su rusticidad, resistencia a las
enfermedades y descuidos, aunque es algo lento en maceta está totalmente adaptado al
clima mediterráneo, resistente a todas las labores habituales en
bonsai, delicadeza de sus ramas y aceptable ramificación y pinzados, si a
esto le añadimos su facilidad para florecer y sacar semillas y su
espectacular otoñada pues lo hacen una especie ideal para bonsai.
En
la foto de 2007 vemos como llegó a casa, un palito delgado, totalmente
recto y con algo de verde en la parte alta, vamos, lo que viene a ser un
plumero. Tras un año de adaptación llegó lo primero que tenía que
arreglar que no era otra cosa que intentar dar un poco de movimiento al
tronco, esto es fundamental, cuanto más grueso y lignificado, más
difícil.
El
primer tensor con el tope no sirvió de mucho, así que tiré de fuerza
bruta, el ejemplar brotaba bien y el tronco había engordado
aceptablemente pero al efectuar esta nueva curvatura pues me pasó como
al campestre, necesitaba una rama en la parte exterior de la misma, así
que recurrí a los viejos trucos de esperar una brotación espontánea,
hacer pequeños cortes que provocaran la brotación, etc... pero no
funcionó.
Así
que aprovechando una rama que había que eliminar sí
o sí pues en 2017 realicé un injerto por el sistema del taladro que no
prosperó, por lo que en 2018 lo volví a realizar, esta ver por
aproximación. En esta ocasión fui más paciente y estuvo unido a la rama
madre más de un año.
Una de las características de esta especie es que en otoño y si el
cultivo es correcto, podemos verlo tricolor. Por un lado las hojas
verdes habituales que aún no han empezado a otoñar, luego en tonos
amarillos del otoñado y para acabar y justo antes de su caída, un rojo
sangre espectacular. Sin dudas, estos inicios de la otoñada son los más
bonito. Pero tenía dos grandes problemas.
Mirándolo
desde el frente no era demasiado evidente, pero si le daba la vuelta
parecía como si al ejemplar le hubiesen pegado un par de bocados, el
marcado con la letra A era un espacio en vías de solución, aunque la
rama injertada había pegado correctamente, tenía poca vitalidad, pero al
menos iba brotando. En cambio en la zona B no había ninguna rama que
pudiese servir para cubrirlo, nuevamente empecé a pensar en otro
injerto.
El
segundo problema (ver segunda foto), era la que supuestamente tiene que
ser la rama principal, por un lado está algo baja y lo peor es que era
totalmente rectilínea, aún no sé que haré, de momento sirve para ir
engordando el tachiagari, pero si la quiero conservar pues tengo dos
opciones para acortarla, en fin, lo mismo si corto pues consigo que la
rama injertada por encima tenga más fuerza, así que con la duda sigo.
Una labor fundamental para la buena remificación del Acer es el pinzado de yemas anuales. Aquí
tenemos casi toda la casuística posible con las yemas, algunas de ellas
sólo nacen por pares y que salvo que alarguen demasiado, no las
tocaremos (1), otras ramitas con tres yemas o más (2), de las que dejaremos
sólo las laterales, otra dónde una de las yemas está muy fuerte (3) (marcada
con el círculo azul) y que eliminaremos en favor de la débil y en la
parte baja, una rama con varias yemas contínuas (4), pero es una rama que
nos interesa que crezca, así que las dejaremos todas, salvo la central,
que será eliminada.
Es
un trabajo algo laborioso, sobre todo si tenemos muchos ejemplares en
los que hay que hacer estas labores, pero nos aseguran un buen
desarrollo primaveral y poco a poco nos encontraremos con un montón de
ramas bien estructuradas que nos permitirá una mayor diversidad en las
posibilidades de modelado.
En
2020 hubo suerte y en el hueco superior brotó una ramita ideal que será
la que cubrirá el bocado, en cambio la rama injertada sigue sin tomar
protagonismo a pesar de que en 2021 ya corté un tramo de la rama fuerte
inmediatamente inferior.
Y
aquí una comparativa del cambio sufrido desde 2007, fecha en la que
llegó a casa, hasta la primavera de 2021. Altura 42 centímetros, anchura
35 centímetros, nebari 8 centímetros. En 14 años la altura se ha casi
duplicado, la anchura cuatriplicado y el nebari se ha multiplicado por
16.
En
enero de 2023 lo planté en una maceta de bonsai que le venía bastante
bien.
Desgraciadamente en estos dos últimos años el ejemplar no se ha desarrollado convenientemente así que ha vuelto a una maceta de cultivo.
Desgraciadamente en estos dos últimos años el ejemplar no se ha desarrollado convenientemente así que ha vuelto a una maceta de cultivo.
CONCLUSIONES:
Planta
resistente y con fuerte crecimiento pero sin dispararse estando en maceta. Soporta
diferentes tipos de sustrato aunque los prefiere ligeramente calizos.
Cultivado en akadama con un 20% de sustrato orgánico.
Algo durilla para los injertos.
Se puede formar a base de pinzados y podas.
Forma nebaris aceptables con relativa facilidad.
Si queremos un otoñado espectacular hay que sombrearla todo lo posible en verano y tener la suerte de tener buenas bajadas de temperatura desde finales del otoño.
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