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8 de marzo de 2024

BOSQUE DE FICUS BENJAMINA

Este es el único ejemplar que he comprado hecho bonsai, aunque para ser sincero lo que más me atrajo de este bosque fue su maceta, una kurama de 120 cms, fabricada ex-profeso para esta composición, es una maceta única e irrepetible.

Corría el verano de 2007 cuando dando un paseo por un vivero allí estaba, fue un flechazo instántaneo, por aquellos entonces estaba acabando la obra de mi nueva casa y rápidamente supe donde lo iba a colocar. Al parecer, un aficionado a los bonsais había dejado su colección al vivero para que fuese vendiéndola toda vez que el ya no podía atenderla, desgraciadamente para mi y ya pasado algo de tiempo desde su compra, volví al vivero para preguntar sobre la historia del ejemplar pero no supieron decirme nada ni siquiera supieron o quisieron darme algún dato de su anterior propietario por lo que desconozco quién fue su dueño,  ni al autor de la bandeja, ni los años que tenía por entonces el ejemplar.

Así estaba el día 30 de agosto de 2007 cuando lo compré, un magnífico bosque de 29 ejemplares de Ficus benjamina de 130 cms de largo, 110 cms de alto y 65 cms de ancho. Desconozco el peso, fueron necesarias cuatro personas fuertotas para colocarlo en su lugar.

Así estuvo hasta 2010, al desconocer cuando fue trasplantado por última vez, caso de que alguna vez lo hicieran, pues me decidí a meterle mano. Debido a la dimensión del trabajo decidí hacer el trasplante en cuatro fases, dividiendo mentalmente el cepellón en cuatro porciones a los que iría eliminando el sustrato viejo y sustityéndolo por akadama, de forma independiente, temía que al levantar todo junto la plantación se deshiciera con la correspondiente complicación del trabajo.
 
 
Así que poco a poco fui eliminando la tierra de jardín en la que estaba plantando sustituyéndola por akadama.
 
Dispuse una rejilla a modo de muro provisional que tendría puesta hasta que se compactara o la Soleirola hiciese su trabajo.
 
 Dos días de trabajo  y siete sacos de akadama lo dejaron así, una vez retiradas las rejillas.
 
 Así lucía dos años más tarde.






Para 2012 había crecido con fuerza así que ahora tocaría un alambrado, muchas ramas crecían de forma incorrecta, así que antes de nada, me tocó defoliar.

Tras cuatro horas de defoliación mi bosque quedó preparado para empezar el alambrado.

Si temía la defoliación, a lo siguiente ya era pánico, poner alambre. Por la mañana el sol era agradable, después de la comida empieza a calentar demasiado, pero ya no hay marcha atrás. La tarde se echa encima y al menos quiero acabar el alambrado grueso.

Tras catorce horas de trabajo el puñetero bosque está listo. Gracias a Dios no creo que vuelva a alambrarlo nunca más, a partir de ahora modelaré a base de podas, al menos eso es lo que quiero hacer. Tengo los brazos llenos de arañones y sarpullido del látex de la defoliación.
Nunca me había gustado ese espacio que señalo, totalmente desprovisto de ramas, sobre todo después de haber quitado algunas plantas de acompañamiento que ocupaban el espacio.

Así que ya en 2017 llegó el momento de hacerle algo, estaba cansado de verlo siempre igual., así que aprovechando algunos ficus más pequeños que tenía por mi azotea pues se me ocurrió la idea de utilizarlos para intentar ocupar ese espacio sin interés. Y este trío fue el elegido. Desde el año de la foto había desarrollado un aceptable nebari habiéndose fusionado sus tres troncos y hoy, después de meditarlo bastante, he procedido a su integración dentro del bosque.

Después de cavar un hueco adecuado al pan de raíces, he procedido a su plantado.

Sin dudas el objetivo está conseguido, se trataba de cubrir esa zona vacía. Cúando pasen un par de semanas empezaré a arreglar el verde, el abandono que ha sufrido lo ha desmelenado totalmente y tendré que comenzar desde cero, eso sí, ahora son tres troncos más.

Una malla protegerá el talud y evitará que la akadama caiga con el riego, ya más al invierno y compactado el sustrato pondré musgo, tal vez soleirola que me gusta mucho más y permite un mejor control de la humedad.

De igual forma integro otro ficus justo por la parte trasera izquierda.  El año pasado estaba plantado en una laja y quedaba molón, pero me venía perfecto para cubrir el espacio de la izquierda del bosque y de paso hacer más sitio en la azotea, así que ¿quién dijo miedo?

El procedimiento fue el mismo, aunque con la diferencia de que en esta zona no existían raíces gruesas y abrir el hueco fue mucho más fácil. Esta zona estaba cubierta de musgo por lo que procedí a su apartado para su posterior uso.

 Alguna prueba antes del fijado.

Al final tuve que plantar un poco más profundo de lo que quería, quedaban demasiadas raíces expuestas. El mismo musgo que acababa de quitar me sirvió para cubrir la zona y evitando poner una rejilla "antiderrumbes".

Pasados unos días desde la incorporación del triple tronco también procedí al quitado de la rejilla protectora, pudiendo comprobar el perfecto compactado de la zona, y la cubrí con musgo.

Al plantar más bajo de lo estimado tendré esperar el tiempo adecuado para que su copa crezca y cubra el espacio deseado.

Ahora sí que tiene el aspecto de un denso bosque tropical.

Estamos en 2022 y han pasado cinco años desde entonces y los nuevos inquilinos se adaptaron perfectamente y todo el conjunto ha crecido mucho por lo que necesita un "recorte de puntas", así estaba antes del pasado por la peluquería.

Y así queda. De forma accidental algunos hijuelos de una maceta de Saxífraga stolonifera que tenía de adorno, colonizaron la zona de musgo y me gustó como quedó así que he aprovechado y he terminado de plantar directamente algunos hijuelos más.
 
Estamos en marzo de 2024 y llevaba dos años sin tocar nada, así que paso por peluquería para un nuevo recorte de puntas y queda listo para otra temporadita.

 

12 de febrero de 2024

EVOLUCIÓN DE UN BOSQUE DE ULMUS PARVIFOLIA

En una reestructuración de estanterías que hice por 2016 me sobraban plantas y decidí hacer un bosque con pequeños olmos (Ulmus parvifolia) procedentes de los que venden en grandes superficies y que me estaban ocupando un necesitado espacio.

Ingredientes: unas piedras de un baldío cerca de casa, una maceta vieja y descascarillada y algo de musgo, también del baldío. 

 Esta ha sido su evolución durante estos años.



Tras cinco años ya pedía un trasplante, así que manos a la obra. Cambié la ubicación del ejemplar más cercano y no resultó buena idea, perdió todo el orden que tenía en la ramificación y es un auténtico barullo. Como planta de acompañamiento utilicé Saxífraga stolonifera. Aquí os dejo como quedó, frente y cenital.

Así pasó un año, pero por el motivo apuntado el resultado de este último trasplante no quedó tan bien como el original así que decidí añadir dos elementos más al mini bosque, voy a incluir en el mismo un par de pequeños parvifolias procedentes de restos de poda. Pasará a tener cinco olmos.

La idea es plantar ambos ejemplares en la situación que indico, el más pequeño a la izquierda y el semi abatido por el viento entre los dos restantes. Desconozco los motivos pero el ejemplar más grande se niega a otoñar.

La idea final es refinar esos cuatro ejemplares de forma que sus copas formen masas claramente diferenciadas unas de otras, pero para empezar ese trabajo deberé esperar a la primavera, eliminar ramillas secas y cortar sabiendo perfectamente con las ramas que contaré.

Tras un ligero aclarado de ramas ya se aprecian algo más las diferentes copas y todos los troncos quedan perfectamente a la vista. Termino el arreglo plantando unas matitas de Festuca glauca, eliminando saxífraga.

Para finales de 2023 tocaba trasplante, así que aproveché para elevar un poco el tronco principal que en el anterior plantado me había quedado muy bajo y aproximar los dos troncos de la derecha. Con algún tensor y extensores muevo los troncos levemente para que no se solapen entre ellos.

Así es como brotaron tras el trasplante. La diferencia de alturas me permitirá enfatizar las copas individuales sin perder la armonía del conjunto.

7 de marzo de 2022

BOSQUE DE CHAENOMELES SPECIOSA.

Influido por algunas imágenes que había visto de membrilleros japones cultivados como bonsai y en uno de mis paseos por viveros, en 2008 compré una macetilla de la especie en cuestión, curiosamente dentro de la misma maceta venían dos variedades, una de hoja blanca y otra de rojas, era un mazacote de raíces enrolladas sin ninguna utilidad, así que visto el éxito de la compra y su inviabilidad para cultivarla como bonsai, troceé el cepellón y los planté individualmente. Así pasó el tiempo y mis ejemplares de Chaenomeles no engordaban, daban  bastantes flores pero ya está, así que como necesitaba espacio estuve a punto de darles salida, pero llegado el momento me dieron pena y aprovechando que tenía una bandeja disponible pues los volví a juntar. Era un material y un resultado totalmente humilde y barato, pero sólo por el hecho de ver la floración ya merecía la pena. Estaba seguro que en algunos añitos, cuándo ramificaran un poco, incluso daría el pego. Así estaban en 2008 tras la separación.
 
Dos ejemplares de color rojo.
 
 Y dos ejemplares de color blanco.
 
Llegó 2010 y fue cuando volví a reunirlos, en estos dos años había sacado chupones que había dejado en la planta y parecen más ejemplares, aunque realmente fueron plantados los cuatro anteriores.
 
En enero de 2011 sólo florecieron los ejemplares de flor blanca.
 
En mayo de 2011 los ejemplares blancos seguían floreciendo, en cambio los rojos solo dieron una flor, esta que vemos en la foto, parece como si la flor blanca fuese dominante y estuviesen retrayendo la floración de los rojos.

A partir de 2018 las tornas cambiaron, desaparecieron todas las flores blancas y solo salían de color rojo. ¡Cosas más raras!

Desde 2010 no había sido trasplantado, más que nada por que me había convencido de que como bonsai no tenía ningún futuro salvo el disfrute de su floración que comienza a finales del invierno y se alarga hasta el verano, así que tras once años de abandono, lo que en principio fue una plantación ordenada se había convertido en un maremagnum de ramas.

Al final lo acabo de trasplantar y rompiendo la dinámica autoimpuesta de reducir número de macetas, he separado todo ese embrollo en dos embrollos más pequeños. No sé si me quedaré con ellos o les buscaré una salida o volveré a plantarlos todos juntos nuevamente, ni idea.

3 de enero de 2018

CERRO DE LAS CUEVAS.- SEGUNDO INTENTO DE PENJING.- PARTE I.

Desde hacía tiempo tenía ganas de hacer un penjing con una laja elaborada por mi, así que el año pasado y con hormigón realicé una prueba a ver que tal resultaba. A pesar de que salió fea de coj...., planté en ella unos plantones de cipreses. Pensaba que con el tiempo el feo color del cemento, adquiriría alguna tonalidad más envejecida, pero nada de nada. 
La realización del trabajo fue ésta:
Penjing de prueba.


Así que hoy, último día de vacaciones y con los trabajos previstos ya realizados, he aprovechado para desmontar el penjing y volverlo a montar sobre una laja de piedra natural, siguiendo el mismo proceso.
El trabajo está inspirado en un paso existente en el Parque Natural de Grazalema, en el Cerro de las Cuevas, un camino pedregoso, sombrío y húmedo dónde el musgo y el cerrado bosque, son los reyes del lugar. Si os interesa este sendero, podéis clicar aquí.


Voy a dejarlo reposar unos días y el siguiente paso será abrir un camino entre los árboles y forrar las piedras de musgo (cosa que se me antoja difícil, sin que aumente en exceso su volumen). Tal vez piedras más pequeñas me ayuden a conseguir algo más de proporcionalidad. Veo que esa piedra central ya está estorbando.