Esta es la historia (hasta hoy) de uno de mis engendros.
Con motivo de la compra de un terreno por parte de un familiar tuve la oportunidad de recolectar varios acebuches gordos que fueron eliminados en el desbroce de la finca. Es así como llega a mi poder una bola con ramas gordas que pesaría alrededor de 30 kilos que para mí, supieron a gloria. Tras un primer recorte de las mismas, lo metí en un cajillo grande de akadama y a la sombra, tras varios meses lo saqué al exterior y esto fue lo que me encontré. Empezaba a darme cuenta de lo que me había traído para casa, no sabía como le iba a meter mano.
Tan atascado estaba que pasaron casi cinco años hasta que me autoconvencí de que no servía para nada, así que ni corto ni perezoso usé mi dremmel y un taladro con alguna fresa para eliminar esos feos cilindros de ramas y acortar el ejemplar. Y con una motosierra eliminé la mayor parte de la bola (en la foto anterior está totalmente enterrada), algo que me permitió meterlo en una maceta de bonsai bastante plana. Resultado del trauma fue que se quedó estancado durante mucho tiempo.
También intenté sacar un shari en lo que sería mi segundo intento en esta faceta. Si antes era feo, ahora era más feo aún pero me negaba a rendirme.
No recuerdo cuándo pero comprendí el error cometido en el despiece de 2012, había dejado el tronco demasiado largo, así varios años perdidos y nuevo corte en altura, ya con una amoladora en condiciones sigo vaciando el shari, el ejemplar ha pasado de los 30 kilos iniciales a unos escasos 4 kilos. De perdidos al río, apenas crece pero tampoco se muere, así que sigue por algún rincón. Lleva ocho años conmigo y con tan nefasta experiencia casi ni le saco fotos y mucho menos me animo a dedicarle una entrada en el blog.
Ya en 2019 el ejemplar sigue sin crecer así que le busco una maceta más honda que ya he visto que les vienen muy bien.
Llega 2020 pero sigue con las mismas ramas, encima sufrió un ataque del famoso gusanillo come brotes, por ahí dicen que es una araña porque hacen telas de araña, pero en mi pesquisa durante la defoliación que le hice, consigo atrapar varios gusanillos pequeños. Tras la defoliación, aplico de forma intensa un fitosanitario con base en el Imidacloprid. Se trataba de Margaronia unionalis también conocida como Palpitra vitealis (Glifodes o Polilla del Jazmín en su fase de bicho volador).
Algún tiempo después veo que el ejemplar empieza a recuperar vigor y el color de sus hojas me dicen que todo va bien. Viendo que el fitosanitario parece surtir efecto, hice algo que no suelo hacer y son los tratamientos preventivos grupales, todos mis acebuches fueron tratados con Kopy (Imidacloprid).
Ya en 2019 el ejemplar sigue sin crecer así que le busco una maceta más honda que ya he visto que les vienen muy bien.
Llega 2020 pero sigue con las mismas ramas, encima sufrió un ataque del famoso gusanillo come brotes, por ahí dicen que es una araña porque hacen telas de araña, pero en mi pesquisa durante la defoliación que le hice, consigo atrapar varios gusanillos pequeños. Tras la defoliación, aplico de forma intensa un fitosanitario con base en el Imidacloprid. Se trataba de Margaronia unionalis también conocida como Palpitra vitealis (Glifodes o Polilla del Jazmín en su fase de bicho volador).
Algún tiempo después veo que el ejemplar empieza a recuperar vigor y el color de sus hojas me dicen que todo va bien. Viendo que el fitosanitario parece surtir efecto, hice algo que no suelo hacer y son los tratamientos preventivos grupales, todos mis acebuches fueron tratados con Kopy (Imidacloprid).
En 2023 el acebuche rebosa vigor, ha sacado numerosas ramas y empieza a parecer un arbolito. Esto empieza a gustarme y me alegro no haberlo despachado en su momento.
Estamos en mayo de 2024 y como ya no me repele su imagen pues lo presento en sociedad. Para el mes que viene lo defoliaré completamente e intentaré ordenar las ramas, creo que el diseño básico ya lo tengo, al menos yo no soy capaz de sacarle más rendimiento.