22 de diciembre de 2022

MI PRIMERA MACETA DE FABRICACIÓN ARTESANAL

Este es el resultado de un regalo de mi hija y sus siempre sorprendentes ideas. La cerámica es algo que nunca me llamó la atención, soy o más bien era, de los que prefieren comprar macetas ya elaboradas, sus terminaciones y variedad de modelos son insuperables, el caso es que me obsequió con un taller de cerámica donde podría aprender y hacer mi propia maceta de bonsai en el estudio de la prestigiosa ceramista Inés Casas, Así que con bastantes dudas sobre mi capacidad artística con el gres, me dirigí hacia el Pago del Humo en Chiclana de la Frontera, lugar donde mi profesora se enfrentaría a un gran reto: debía obrar el milagro de que yo fabricase una maceta de la que no quisiera escapar la infortunada planta que allí pudiese caer.
 
El objetivo lo tenía claro, quería una maceta para un multitronco de Acer palmatum Yamamomiji, por eso debía ser de perfil bajo y esmaltada en tonos claros. Las que existen en el mercado de fabricación comercial son todas iguales, tienen un color crudo con una leve tonalidad verdosa grisácea y yo quería una diferente, una de color crudo con leve tonalidad amarillenta y además con un sútil moteado oscuro que se complementara con el tronco del árbol que alojaría, un ejemplar de acer palmatum con un ligero moteado que daba personalidad al tronco, por eso necesitaba un esmalte que dentro de la gama cromática del tronco no compitiera con él, ni se mataran, ni contrastaran.
 
Al mismo tiempo pensaba que una cosa es tener una imagen en la cabeza de lo que queremos y otra diferente conseguir que otra persona se imagine lo mismo y lo más difícil aún, que fuese técnicamente realizable. Era todo un reto conseguir que el trabajo final se pareciera a la idea original y también me imaginaba la cara de Inés cuando le contase que era lo que quería: "una maceta ovalada de líneas sencillas pero elegante, aunque no tan elegante como para quitarle protagonismo al verdadero protagonista que sería el palmatum que plantaría, de tonos crudos amarillento/verdoso pero poco amarillento y algunas sútiles degradaciones al blanco y con un salpicado oscuro más discreto aún", me imaginaba su cara y me daba la risa, pero en contra de mis previsiones, ni se inmutó, lo vió todo claro, algo que me dejó más desconcertado aún y pusimos manos al barro inmediatamente.
 
Aunque podríamos estar dentro del taller, bajo un gran algarrobo se trabaja más fresquito y crea un ambiente de paz infinita, algo que estimula la sed creativa. Tras planchar el gres y recortarlo, hay que rallarlo para que pegue bien la chamota, material que ayuda al pegado de las piezas y que además de resistencia, ayuda a evitar grietas y laminados.
Rayado de las zonas donde se unirán las diferentes partes de la maceta

Para hacer los agujeros de drenaje tomé medidas y tracé líneas mentales, visto el resultado, si lo hubiese hecho a ojo estoy seguro me hubiesen salido más centrados. Jajajajaja. Afortunadamente es un detalle estético imperceptible una vez la maceta esté en uso y que no afecta a la funcionalidad de los mismos, pero ya lo sé para la próxima vez, me dejaré de escuadras y cartabones mentales y lo haré a ojo.
En directo no me percaté pero ¡me lucí con el centrado de los agujeros de drenaje!

No doy crédito a lo que veo, ¡pero si al final sí que parecerá una maceta de bonsai!. Poco a poco hemos ido acoplando las diferentes piezas que formarán la maceta, con la adecuada guía hasta parece fácil.
 Rematando las uniones de las piezas
 
Unos últimos retoques para alisar las uniones y nos hemos ganado un descanso y el gato, que se ha portado bien, también recibe su premio.
 
El atribulado ceramista en ciernes satisfecho de su trabajo. Me manché los dedos de barro y sobreviví al envite, ni siquiera se me despellejaron. Una sonrisa de satisfacción ante un trabajo que hace algunas horas creía imposible ¡soy un máquina!.

Como no podía ser menos, la manufactura es firmada adecuadamente con un sello que representa el logo de mi blog de bonsais.

Y así quedó la maceta, ahora tenía que secar. Volvería para dentro de un par de semanas, para la segunda parte del trabajo: el esmaltado, el proceso donde el trabajo mundano se transforma en magia. Una báscula de precisión, decenas de botes con polvillos diferentes que a mi me parecen iguales, tantos gramos de esto, tantos gramos de lo otro, etc... y quedó elaborada la pócima mágica bajo la sabia dirección de Inés, añadimos un poco de agua y conseguimos un líquido lechoso que supuestamente se transformará en una superficie cristalizada con la textura y color que quiero para mi maceta.
 
Hacer un esmalte es algo bastante fácil, hacer un esmalte consiguiendo el color final que tu quieres, solo está en manos de alquimistas expertos, aunque el resultado final en palabras de Inés, nunca está garantizado, magia y alquimia, tierra, fuego y agua, tendrán la última palabra.
 
Pero para que se obre la magia, es necesario la ayuda del calor, algunas horas de mucho mucho calor en un horno de alta temperatura, aunque previamente hay que realizar un primer cocido a baja temperatura al que popularmente se conoce como "bizcochado". Si importante es llegar a la temperatura necesaria de manera pausada, igual de importante es un enfriamiento lento, serán casi dos días lo que tarde el horno en bajar lentamente a temperatura ambiente. Un enfriamiento demasiado rápido y lo más probable es que la pieza se parta. 

Y así apareció mi maceta, horno abierto y entera, como un hijo recién nacido. Ya solo faltaba lo más importante, y era darle sentido a la obra, para que se complete el arcano de la conjunción de tierra, agua y fuego, es necesario que la use para los fines a los que estaba predestinada, pero para la época de trasplantes aún quedaban algunos meses, así que tendría que esperar.
 
Jamás pensé que iba a conseguir un resultado tan exacto a lo que llevaba en mente, esto se llama la suerte del principiante (y la sabia dirección de unas manos expertas, conste en acta).

Llegó el momento y aquí tenemos lo que será un matrimonio para toda la vida. Están hechos el uno para el otro. Ya sólo espero impaciente la primavera que es cuando esta magnífica especie vegetal se mostrará en todo su esplendor.

Termino dando las gracias a Inés al permitirme disfrutar de sus enseñanzas y demostrarme que con un gran maestro, todos los alumnos son buenos. Y sobre todo gracias a mi hija Xú, artista innata que toca casi todos los palos y por tanto, culo inquieto donde los haya, por haber sido la idealizadora y promotora  de una actividad que me ha dejado tan grato recuerdo y una satisfacción difícil de explicar con palabras.

2 comentarios:

Jose Acuña dijo...

Pues para ser la primera, un buen resultado.
Felices fiestas Kai.

Kai dijo...

Muchas gracias, Jose, como dice el refrán: Con la ayuda del vecino, mató mi padre el cochino.
Feliz Navidad.