Este es un madroño que llevaba conmigo un montón de años, y aunque a pesar de su poco interés bonsaístico, le tenía gran aprecio y su pérdida tardaré en olvidar (años sin perder una planta y va y por descuido mío, mato precisamente éste).
Todos los años me deleitaba con flores, aunque no muchas, pero sí las suficientes, hasta que el exceso de confianza me lo hizo pagar caro, no me dió una segunda oportunidad.
Así era en 2007.
Y así en 2010, después de cambiar totalmente la orientación de las ramas. La base del tronco había crecido enormemente, en sólo tres años había duplicado el diámetro.
El caso es que sabiendo de la dureza de la madera del madroño, pues pensé utilizarla para mi primer tanuki, por un lado haría algo nuevo para mí, y por otro, podría seguir manteniendo su recuerdo.
Y como no, una manita de sulfocálcico. Ya sólo me falta el afortunado que tendré que sacarlo de algún esqueje de esta primavera. Si alguno de vosotros me regala un esqueje de Itoigawa tendría que ser muy fino para poderlo encajar fácilmente, caso contrario, pues llevará un Phoenica de mi cosecha. ;)